martes, 1 de abril de 2014

Gothic - Por el día, Colacao a raudales me deja mondarales. Por la noche, láudano a raudales me saca de mis cabales. Bebo para olvidar, ponme un agua. Firmado: Percy Shelley, poeta de lo cotidiano









Título original: Gothic
Año: 1986
Duración: 87 min.
País: Reino Unido
Director: Ken Russell
Guión: Stephen Volk
Música: Thomas Dolby
Reparto: Gabriel Byrne, Julian Sands, Natasha Richardson, Myriam Cyr, Alec Mango, Timothy Spall, Andreas Wisniewski, Dexter Fletcher, Pascal King, Tom Hickey, Lynda Coggin






En la suiza Villa Diodati de Lord Byron en una noche de 1816 Mary Selley (entonces era aún Mary Wollstonecraft Godwin) y John Polidori se inspiraron para escribir sus obras cumbres Frankenstein y The Vampyre, auténticos clásicos del terror gótico. Aquel día no estaban solos, les acompañaban Percy Shelley, Byron y la hermanastra de Mary, Claire. Todos ellos contaron, bajo los efectos del alcohol y el láudano y de una impresionante tormenta, escalofriantes historias que estremecieron a sus amigos y animaron a Shelley y Polidori para que crearan sus grandes novelas.


El director Ken Russell, artífice de otros filmes fantásticos como La guarida del gusano blanco (adaptación del relato homónimo de Bram Stoker), nos trajo en 1986 la recreación de la terrorífica velada que reunió en 1816 a Lord Byron, Mary Shelley, su marido, el poeta Percy Shelley, el doctor John Polidori y la hermanastra de Mary, Claire en la mansión suiza de Villa Diodati, a orillas del lago Geneva. Dicha reunión empieza de manera inocente, con un concurso en el que los integrantes del grupo se proponen crear el mejor cuento de terror y sorprender al resto. Sin embargo en el proceso de creación literaria y conforme avanza la noche, las mentes de los personajes empiezan a escorar hacia la locura, los miedos internos, las visiones oníricas y en definitiva, todo aquello que perturba o les ha traumatizado. Y finalmente, de estos horrores sufridos bajo el acechante manto de una noche tormentosa y el influjo del láudano, surgieron relatos tan fantásticos como Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley y El vampiro, de Polidori.
El argumento de esta película es sencillo y no tiene grandes giros de guión, pero la forma en que se desarrolla, las relaciones entre los personajes y sobre todo, la atmósfera que envuelve todo el largometraje son los verdaderos pilares de Gothic. El tenebrismo, el halo de pesadilla que impregna toda la historia, las imágenes de ultratumba surgidas de la mente de los personajes (que ellos convierten en reales) se plasman en la idea de que “algo” que ellos han liberado con su mente, recorre la mansión de Lord Byron y les acecha en cada recodo del siniestro lugar. Ese “algo” no tiene forma, ni colmillos, ni garras, pero poco a poco va destruyendo la cordura de los invitados de Lord Byron, un verdadero descenso ad inferos que merece la pena visionar porque no tiene desperdicio.

La caracterización de los personajes está bastante lograda y somos conscientes de sus obsesiones más profundas: por un lado, tenemos a Mary Shelley, un ser melancólico y lastrado por el dolor de haber perdido a un hijo, quien le atormentará desde la tumba y será fundamental en la concepción de Frankenstein. Su marido, Percy, es un adicto al láudano que alterna momentos de arrebato y debilidad. Claire, la hermanastra de Mary, representa la inocencia en el grupo y sucumbe con rapidez ante la cadena de acontecimientos de la película. Por su parte, John Polidori es representado como un ser bestial, acomplejado y acuciado por la culpa de sus apetitos, que por cierto, protagoniza una escenita con sanguijuelas que haría vomitar a Jabba el Hutt. En cuanto a Lord Byron, es representado como un ser manipulador y cruel que utiliza a los demás en su propio provecho, auténtica efigie de Lord Ruthven, el ser vampírico nacido de la pluma de Polidori.

Como ya hemos mencionado, el mundo de lo onírico y lo pesadillesco empapa literalmente la atmósfera de Gothic, pero también hay que aludir a las frecuentes referencias sexuales que son bastante frecuentes en los trabajos de Ken Russell. Escenas como la del autómata que representa a una bailarina turca y que mueve el bullarengue con soltura y gracejo son dignas del recuerdo, por no mencionar la escena del caballero enfundado en armadura que tiene un pene de acero y se propone jugar al “bongo bongo” con una de las protagonistas. Al señor Russell le apasiona mostrar escenas donde sexo y dolor se confunden, porque en La guarida del gusano blanco también había bastantes conexiones entre este juego de contrarios (la escena de las monjas violadas por los soldados romanos y empaladas en los árboles, la metáfora del mordisco de la vampira y el deseo sexual). Al director le interesa mostrar una serie de imágenes donde la sexualidad retorcida, el morbo y la puesta en escena onírica se entremezclan al azar, y esto hace que sus películas no sean del agrado de todos los paladares.


Sin embargo, en mi opinión creo que Gothic es bastante disfrutable y tiene una puesta en escena única. Incluso puede parecer que Villa Diodati se ha enfadado con sus huéspedes, que han transgredido los límites de la cordura y por lo tanto la propia mansión se erige como espíritu vengador contra ellos. Les vemos corretear por los pasadizos de la casa y hacer cosas totalmente random, como auténticos ratones de laboratorio sometidos a fuerzas que no comprenden pero que han liberado con sus juegos literarios. De esa oscuridad, de esa influencia de la nocturnidad, la melancolía, de aquello que subyace en el subconsciente, esa noche de 1816 surgió algo que acabaría con aquellos que lo liberaron. Y de hecho, los monstruos y horrores que se gestaron en esa noche sobrevivieron a sus creadores humanos. Una gran película de terror que os recomiendo, bastante alejada de los esquemas habituales del género y el estilo ochentero: si la echáis un ojo, recordad, el láudano mezclado con Chocapic es más sano. 

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