lunes, 27 de octubre de 2014

La parada de los monstruos










Titulo Original: Freaks
Año: 1932
Duración: 64 min.
País: Estados Unidos
Director: Tod Browning
Guión: Willis Goldbeck, Leon Gordon, Al Boasberg (Relato: Tod Robbins)
Música: Richard Wagner
Reparto: Wallace Ford, Leila Hyams, Olga Baclanova, Roscoe Ates, Henry Victor, Harry Earles, Daisy Earles, Rose Dione, Daisy Hilton, Violet Hilton, Schlitze, Josephine Joseph, Johnny Eck, Frances O'Connor, Peter Robinson, Olga Roderick, Angelo Rossitto





En un circo lleno de seres deformes, tullidos y personas con diversas amputaciones, Hans, uno de los enanos, hereda una fortuna. A partir de ese momento, Cleopatra, una bella contorsionista, intentará seducirlo para hacerse con su dinero. Para lograr su objetivo, traza un plan contando con la complicidad de Hércules, el forzudo del circo... 


En 1932, Tod Browning sobrecogió a propios y extraños con su obra maestra -y la más denostada de toda su filmografía en su momento-, la legendaria Freaks. El prolífico cineasta, totalmente consolidado en el panteón más terrible del cine de terror, sumergió al gran público y la crítica en el oscuro mundo de las atracciones de feria y los fenómenos de la naturaleza, temidos, ridiculizados y odiados a lo largo de la historia. Browning se limitó a reflejar los claroscuros de la condición humana a través de un relato de venganza y consiguió crear una obra maestra con mayúsculas. Todo lo que vemos en pantalla es el testamento cinematográfico de un genio, el fatídico destino y la atormentada existencia de un hombre como fue Tod Browning, plasmados en un conjunto de obsesivas y malsanas secuencias donde los verdaderos monstruos son los seres humanosnormales.

La densa y abatida atmósfera que preside todo el metraje de este filme -prohibido en algunos países durante años- nos habla de las pesadillas que acosaron a Browning en el transcurso de su existencia... El mundo del crimen y el asesinato (especialmente visible en la conspiración tramada entre la malvada Cleopatra y el forzudo Hércules para acabar con Hans), la deformidad del inocente frente a la belleza del malhechor, la venganza, la mutilación y el espíritu morboso del mundo de los side shows o freak shows ambulantes. A lo largo y ancho de su carrera, el director estadounidense vivió inmerso en el macabro universo proyectado por el potencial de su mente, a la manera de un Edgar Allan Poe resucitado en el entonces joven siglo XX: marcado por su labor como payaso, mago y bailarín en dichos freak shows -donde a veces simulaba ser enterrado vivo- y sin duda, traumatizado por algunas experiencias vitales cruciales, con terribles secuelas físicas y psicológicas tras la muerte de uno de sus amigos en un accidente de coche (Browning conducía borracho y se empotraron contra un tren en marcha). Todo ello nos lleva a pensar que el director de Freaks dedicó una gran parte (o la totalidad) de su vida a purgar su sentimiento de culpa y su dolor interno por medio de textos fílmicos donde el terror asoma bajo la apariencia de un abigarrado y tétrico conjunto de formas. No es casualidad, por tanto, que muchas de sus películas tengan un final donde los personajes expían sus culpas de la forma más cruenta posible, como es el caso de Freaks.

Precisamente, y teniendo todo esto en mente, una obra como Freaks presenta un cuadro característico de las pulsiones oscuras que merodeaban dentro del alma torturada de Browning: tenemos un engaño (la mujer, Cleopatra, urde un plan para heredar la fortuna de Hans el enano, casándose con él a pesar del asco que siente por dicho personaje), un crimen (el asesinato del enano como parte del plan tramado por el forzudo y Cleopatra) y una venganza terrible que funciona como catarsis de la tragedia y la expiación del mal perpetrado. Esa venganza, ese castigo, para la hermosa y maligna Cleopatra, no es otro que convertirse en lo que más odia: un ser contrahecho, que es utilizado como reclamo para obtener un beneficio económico a costa de su monstruosidad. La presencia de Tod Browning entre bambalinas le permitió disponer de un conocimiento detallado del mundo de los freak show itinerantes: realmente, el director de aprovechó de su papel de acompañante para mostrar en toda su extensión el oscuro mundo que desde hacía décadas existía en la trastienda de los espectáculos ambulantes, algo jamás visto antes.

Las reacciones del público no se hicieron esperar, y ante la repugnancia que produjo Freaks en buena parte del respetable se puso el grito en el cielo por la cantidad de deformidades físicas y psicológicas mostradas en el metraje. Todas las voces acusadores, todos los gritos en contra de la peli y todas las cruzadas en pos de la moralidad y la decencia que suscitó la obra cumbre de Browning no hicieron sino encumbrar aún más Freaks como una genialidad y auténtica leyenda del séptimo arte. Quizá el director, harto de ver monstruos de pega y películas basadas en la literatura gótica del siglo XIX, decidió mostrar al mundo otro tipo de terror, más mundano, postmoderno: había que darle la vuelta al calcetín de lo que se había hecho hasta el momento. Ahora el monstruo es el ser humano y su deforme contrapartida se configura como la víctima inocente. Ahora el terror tenía que ser algo cotidiano, el monstruo es el ser que menos te lo esperas y ya no está recluido en castillos ruinosos o bosques oscuros: la bestia está entre nosotros y no sabremos quién es hasta que sus hechos no lo revelen, no habrá forma de identificarlo porque tiene la cara de tu vecino, de tu novia, de tu jefe, de tus amigos.

En definitiva, la monstruosidad más terrible somos nosotros, nuestra crueldad contra los más débiles revela nuestros crímenes y nuestra culpa, tal y como pasa con Hércules y Cleopatra.La mente oscura y torturada de Tod Browning, verdadera conocedora del mal, acabó con el optimismo de la gente que acudía al cine a evadirse con una película de terror. Con una habilidad y una sutileza fuera de lo común, Browning utilizó la figura de los seres deformes y el concepto demutilación para traer de vuelta el horror de la Primera Guerra Mundial y los miles de lisiados o mutilados que volvieron con terribles secuelas a Estados Unidos. Se acabó, por todo ello, con el cine de terror como evasión donde el público estadounidense podía volcar sus miedos, sabiendo que nada de lo que salía era real y no les podía afectar. Una lección magistral de Tod Browning, con un mensaje cruel envuelto en el pesimismo de mostrar nuestro mundo como el peor muestrario de horrores frente a la inocencia de otros “monstruitos” como Drácula (al que Browning también llevó a la gran pantalla de la mano de Bela Lugosi) o la criatura de Frankenstein, por poner un par de ejemplos.

El miedo, la repugnancia y el mensaje de deshumanizacion implícitos en la película de Browning desembocaron en la reacción lógica de la época: adelantada a su momento, descolocó a la crítica.Freaks fue una obra incomprendida por la gran mayoría y sus puesta en escena se consideró demasiado escabrosa para las mentes bienpensantes de la industria cinematográfica norteamericana. Por suerte para la Humanidad, siempre habrá genios como Browning capaces de sacudir los cimientos de lo establecido y el pensamiento acomodaticio. A día de hoy, ver Freaks es casi un ejercicio de transgresión ya que puede parecer un filme obsoleto, con una trama simple y un lenguaje cinematográfico totalmente desfasado... Sin embargo, toda su potencia, toda su capacidad de conmover está basada en su ausencia de artificio, en esa cruda realidad que no disimula ni escamotea la deformidad de sus protagonistas. En esta historia descarnada no hay trampa ni cartón: aunque es duro ver el estado de las gentes que pululan por la peli lo más escalofriante es el proceder de los seres humanos normales y su rol en el relato (los verdaderos monstruos, como decimos). A partir de Freaks, el género cinematográfico de terror comenzó a estancarse en una serie de temas recurrentes y en la cruel predominancia de las modas en cuanto a lo que la gente quería ver en el cine. 

Sin embargo, el legado de Freaks y su influencia son descomunales, mientras que muchas de esas películas que aparecieron entre las décadas de 1930 y 1960 se evaporaron y fueron condenadas al olvido. Freaks, por tanto, sigue perviviendo como el legado de un genio atormentado que quiso compartir sus obsesiones con un público falto de preparación para aceptar las crueles verdades contenidas en el filme del director estadounidense: una vez que ves algo de su metraje, algo se te queda grabado en el subconsciente y te es imposible borrarlo. Para mí, la escena de la venganza bajo el aguacero, en mitad de una noche oscura como la boca de un lobo, con sus protagonistas hasta arriba de barro y suciedad ya forma parte del Olimpo de la historia del cine. Freaks podrá parecer hoy día una película de la prehistoria pero es indudable de que ha establecido un antes y un después en la forma de hacer cine de terror... Imprescindible, merece la pena revisionarla de vez en cuando. 



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