lunes, 22 de septiembre de 2014

Batman vuelve








Titulo Original: Batman Returns
Año: 1992
Duración: 130 min.
País: Estados Unidos
Director: Tim Burton
Guión: Daniel Waters (Historia: Daniel Waters, Sam Hamm. Cómic: Bob Kane)
Música: Danny Elfman
Reparto: Michael Keaton, Danny DeVito, Michelle Pfeiffer, Christopher Walken, Michael Gough, Michael Murphy, Cristi Conaway, Andrew Bryniarski, Pat Hingle, Vincent Schiavelli, Doug Jones







Gotham City se enfrenta a dos nuevos y peculiares criminales: el diabólico y siniestro Pingüino, una criatura solitaria y extrañamente deformada, y la hermosa y seductora -aunque letalmente peligrosa- Catwoman. Batman se deberá enfrentar a Pingüino, que quiere convertirse en el amo de la ciudad. 


En 1992, el goticuno de Tim Burton nos deleitó con la continuación de las aventuras de Batman, tras una exitosa primera entrega estrenada en 1989. Para ello, el director contó con las relecturas comiqueras del personaje más contundentes surgidas en los años 80: una década en la que el superhéroe se lanzó en picado para zambullirse en la oscuridad de su propia y atormentada alma, inmerso en historias cada vez más oscuras, dramáticas y terribles. En las manos de autores como Frank Miller o Allan Moore, Batman abandonó el cachondeo hortera y pop de la serie emitida en la década de 1960 (con sus colores y tramas lamentables), un viaje sin retorno en el cual en enmascarado se convirtió en un sujeto de estudio psicológico para toda una nueva generación de guionistas de comic. El nuevo Batman tendría que ser algo escalofriante, un ser tan obsesionado y consumido por sus desequilibrios como sus rivales: verdugo pero también víctima, defensor de la justicia pero ansioso de venganza, un loco que a pesar de actuar en defensa de la sociedad está realmente hecho polvo y su única forma de catalizar sus miedos es liberar al murciélago terrorífico que cree que es. Realmente, Batman cerró un ciclo vital en su existencia con una obra como Arkham Asylum, historia crucial para entender esta evolución hacia oscuros derroteros y el énfasis en la locura del héroe.

Pues bien, con todos estos datos en mente y tras el éxito de Batman (1989) Tim Burton llevó a un nuevo nivel la tarea de oscurecer a Batman: nos trajo una Gotham City de pesadilla, un lugar donde siempre es de noche y repleto de seres tan retorcidos como los delirantes sueños del prolífico cineasta. Entre los gothamitas de pro tenemos un montón de prototipos de monstruo, del inadaptado: la especialidad del bueno de Timmie. De esta forma, Michael Keaton vuelve a bordar el papel de Bats y su alter ego, el multimillonario Bruce Wayne, un ser devorado por la melancolía y el aislamiento voluntario en su tétrica mansión (que funciona como el castillo gótico de la función). Solamente la amenaza de otro freak como es El Pingüino y la llegada de Catwoman (interpretados por Danny de Vito y Michelle Pfeiffer respectivamente) puede desatar la vuelta del Murciélago a los sucios callejones de Gotham. Murciélago, pingüino y gata se enfrentan, pues, con la meta de convertir la ciudad en su trofeo particular.

Los traumas de estos personajes funcionarán como catalizadores para comenzar la batalla por Gotham City: El Pingüino luchará por encontrar su lugar entre los gothamitas y llegar a ser “normal”, a pesar de que sus verdaderas motivaciones son otras (controlar el crimen organizado por medio de su banda, formada por payasos asesinos). Por su parte, Catwoman actuará por sus deseos de venganza contra esa sociedad machista que la ha aplastado durante toda su vida, una venganza que se materializará contra su antiguo jefe, un maligno Max Schreck (Christopher Walken). Este sujeto acaba con la antigua Selina Kyle, un auténtico psicópata disfrazado de ciudadano respetable. Imposible no amar al personaje de Catwoman, con una interpretación por parte de la Pfeiffer de lo más visceral y fascinante, a años luz de las versiones que Halle Berry y Anne Hataway llevaron a la pantalla a posteriori. Por poner un ejemplo, la escena de la resurreción de la “nueva” Selina y su llegada al hogar es brutal, con esos ojos salvajes rezumando odio y esa sonrisa torcida capaz de helarle la sangre al mismísimo Hannibal Lecter.

Esta adaptación de Batman tiene numerosos puntos fuertes: por un lado es una peli de Tim Burton en el apogeo de su éxito, lo que ya implica una calidad y un acabado magistrales. Todo el guión está proyectado como un macabro y opresivo cuento de Navidad, donde los peores monstruos son los que tienen forma de ser humano normal: la densa y abatida atmósfera, el goticismo estético y el apabullante influjo del mundo del comic hacen de este largometraje una de las mejores versiones de Batman que se han llevado a la gran pantalla.

Si bien no tuvo la recepción tan brutal de su predecesora en 1989, hay que reconocer que supera con creces a aquella, pues se mueve por cauces mucho más marcados del cine de Burton y se nota en bastantes cosas: personajes cada vez más caricaturescos y animalizados, mayor influencia del cine de terror (¿qué decir del prólogo, que cuenta la cruel historia del deforme Oswald Cobblepot? Por cierto, aparece el mendas que hizo de Pee Wee Herman, personaje absurder del que no os aconsejo que veáis la película que lleva su nombre, también de Burton).

No podemos dejar de mencionar el predominio de temas y motivos tan caros al director como son la caída del inadaptado en su periplo por adaptarse a un mundo “normal”, la crueldad de los llamados normales, la melancolía, la nocturnidad (todo pasa de noche), el exceso de lo surreal... En fin, una obra maestra. También es digna de mención la tensión sexual, la química brutal entre Batman y Catwoman, nada que ver con la pavisosas relación entre sus homónimos de El Caballero Oscuro. La leyenda renace. Aquí saltan las chispas cada vez que tienen un encontronazo y huele a goma quemada: se nota que a Timmie Burton le dejaron controlar desde el principio todo en la peli y pudo deshacerse de un plumazo del estilo blandurrio del romance entre Bruce Wayne y Vicky Bale (Kim “King Kong” Bassinger) de Batman. Me gustó el detalle de ahorrarle a Batman el coñazo de tener que rescatar durante toda la peli a la rubia florero. Bien hecho.

Se ha hablado mucho acerca de las comparaciones entre la saga de Burton y la de Christopher Nolan, de tal modo que llevo bastante tiempo pensando en las razones para considerar a una por encima de la otra o viceversa. Sin embargo, no creo que haya que verlas como versiones contrapuestas sino más bien como versiones complementarias. 

La visión de Burton proviene de otra época (con otras formas de hacer cine), está más enfocada hacia el espíritu del comic y tiene todos los ingredientes del cine de Tim Burton (con todo lo bueno y malo que pueda implicar esto); en cambio, la versión de Nolan tiene otro esquema y objetivos: enfoque “realista”, con menos concesiones al estilo del comic pero mucho más cerca del thriller de acción, sin olvidar el marcado énfasis en las rimbombantes reflexiones filosófico-morales que actúan como motor de sus historias. Podríamos quitar a Bats de la saga de Nolan y este ni siquiera haría falta que saliera, salvo en Batman Begins donde es el prota absoluto. 

Como conclusión personal diré que cada una de las sagas tiene sus puntos fuertes y débiles, con sus genialidades y fallos, pero ésta. Batman Returns, es una película única en su clase: está lejos del estilo comercial y los estereotipos del primer Batman de 1989 y por supuesto en las antípodas del Batman de Nolan. Jamás aburre (como sí que pasa en algunos momentos de la franquicia de Nolan, por el contrario) y no necesita de discursitos para tener sentido y profundidad. Imprescindible para conocer otra versión del mito del Murciélago justiciero y su evolución.

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