Titulo Original: The
Warriors
Año: 1979
Duración: 94
min.
País: Estados
Unidos
Director: Walter
Hill
Guión: David Shaber, Walter Hill (Novela:
Sol Yurick)
Música: Barry DeVorzon
Reparto: Michael Beck, David
Harris, James Remar, Deborah Van Valkenburgh, Thomas
Waites, Dorsey Wright, Brian Tyler, David Patrick
Kelly, Joel Weiss
Una batalla de proporciones gigantescas va a tener lugar en los bajos fondos de la ciudad de Nueva York. Los ejércitos de la noche, con más de 100.000 integrantes, quintuplican los efectivos de la policía. Se enfrentan a los Warriors, una banda callejera a la que acusan injustamente del asesinato del líder de un grupo rival. Es la historia de un mundo insólito de subculturas, de guerrillas entre bandas nocturnas, desde Coney Island a Manhattan, pasando por el Bronx. Los miembros de los Warriors luchan por sus vidas, intentan sobrevivir en la jungla urbana y aprenden el significado de la lealtad.
En 1979, el
director Walter Hill logró uno de sus mayores éxitos con The Warriors, filme que a día de hoy es
considerado de culto y piedra angular del cine de acción ochentero. La premisa
es tan sencilla como efectiva, una idea que hemos visto en miles de películas,
libros, videojuegos y comics: tenemos un grupo de héroes caídos en desgracia
(los Warriors) gracias a las artimañas de sus enemigos y su única salida es
abrirse camino a ostia limpia para conseguir volver a casa con el pellejo
intacto. Hill se inspiró en la novela de Sol Yurick The Warriors de 1965, que a su vez tenía como
principal referente la Anábasis, obra del historiador griego
Jenofonte. La puesta en escena es acojonante, con una ciudad tomada por miles
de pandilleros cuya única ley es la que dictan las bandas callejeras: un
auténtico festival de ostias entre descerebrados que siguen como autómatas la
voz de sus respectivos líderes. Sin embargo, nuestros amigos, los Warriors, a
quienes les han cargado un crimen que no han cometido no se dejarán atrapar por
la fauna de hijoputas que pueblan las calles de Nueva York.
Entre los
integrantes del grupo tenemos al líder carismático, al chuloputas de buen
corazón que está ahí para liarla pardísima, al tipo sobrio y sensato, al
novato, a la chica “rescatada” y unos cuantos notas anónimos que están ahí para
ser masacrados por la horda perseguidora. Uno de los aspectos que más me gustan
de la peli es la ausencia de moralina y de buenrrollismo: los protas no son los
buenos porque hacen el bien y tienen altos valores morales, sino que hay otros
tipos mucho más hijoputescos que ellos, gente que cuando les cacen les van a
dar por donde amargan los pepinos, sin vaselina, con precipitación y alegoría. De hecho, y hablando en general,
apenas podemos hablar de los Warriors como héroes: más bien son el prototipo de
antihéroes, cuya cohesión dentro del grupo parece ser lo único que puede
sacarles del aprieto. A lo largo de la peli recorrerán parques, estaciones de
tren, puentes, calles, avenidas y tuburios infectos liándola pardísima y
reventando la cabeza de vulgares macarras, agentes del orden y a todos los que
se les pongan por delante.
La obra de
Walter Hill es una obra maestra gracias a la estética, la forma de contar la
sencilla historia, el tono macarra que preside todo el metraje, las ostias a
tutiplén y los chulescos protagonistas. Ahora imaginad que a alguna mente
pensante se le ocurriera hacer un remake de Los
amos de la noche, seguramente
elegirían a lloronas como Abraham Matao o los mimbres de One Direction... Nuestros jóvenes amigos tendrían
como objetivo escapar del cole antes de que sus mamaítas lleguen allí para
cambiarles los pañales trufados. Por su parte, la banda sonora sería alguna
mierda defecada por Pitbull o Miley Cyrus... Una pesadilla, una patada en los
huevos y una mierda pinchada en un palo, así de claro.
El guión es
muy sencillo, que nadie se espere grandes diálogos y mensajes rimbombantes en
plan El Caballero Oscuro (justicia, paz, amor y ñordos en
vinagre): sin embargo, la grandeza de ese guión tan simple es la forma de
contarlo... Un verdadero puntazo, emocionante, brutal, sin tregua. Desde luego,
el filme que hoy nos ocupa es imprescindible para entender el cine de acción de
la década de los ochenta del pasado siglo.
Entre sus
puntos fuertes podemos destacar, como decimos, el sólido guión, el carisma de
los protagonistas, la personalidad de las distintas bandas que pululan por la
Gran Manzana, la opresiva ambientación (perfecta), el peacho de banda sonora, el explosivo
desarrollo de la trama y por supuesto las ostias. Ostias al viejo estilo, sin
mierdas digitales ni cables, ni complejas coreografías... Los Warriors, tío.
Unos maromos que no paran de repartir toyacas a dos manos y en fila india, así
durante toda la película, con una naturalidad y una contundencia en las escenas
que animan la historia hasta el infinito. En las manos de otro director,
tendríamos un zurullo infecto, pero Walter Hill siempre se ha caracterizado por
crear unos personajes realistas, ambiguos, llenos de aristas y por supuesto, de
una antiheroicidad totalmente épica. Recordemos, así de memoria, obras como Límite: 48 horas o Calles de fuego. Hill es un
tipo que se mueve bien entre tipos marginales que en el fondo terminan siendo
héroes de la función, aunque no lo busquen ni hablen todo el rato de ello.
Muy
recomendable, sin duda. Una peli que ya no trata al héroe norteamericano como
un dechado de virtudes (justo como pasaba con elspaguetti western) y defensor del american way of life. Los Warriors (Los amos de la noche) son la sombra de una superpotencia
derrotada (Estados Unidos en la Guerra de Vietnam), el reflejo de la pérdida de
confianza y la crisis de valores propios de un mundo urbano cada vez más sumido
en un porvenir oscuro, con nuevas formas de delincuencia y de expresión de la
violencia juvenil. A pesar de lo bien que ha envejecido el largometraje del
señor Hill, hay que reconocer que el look de determinadas bandas ahora da mucha
risa: menuda partida de caja con la banda de los mimos delincuentes. ¡Joder!
Imaginad que vas por la calle a comprar el Chopred al Mercadona y te atraca un mimo en el
aparcamiento. Pero bueno, también hay bandas con uniformes muy chulos: los
Baseball Furries molan un puñado, por poner un ejemplo. También tenemos a unos
tipos asiáticos, otros que van vestidos de pimp con sombrerito y chaleco, karatecas
con choflas de sol, chavalitos con camiseta
negra de hombreras y un colgantito, otros que van de skins, etc. Sin olvidar, por supuesto, la
célebre escena en que una banda integrada totalmente por tías intenta seducir
(al modo de las sirenas del mito clásico de Ulises) a los Warriors... La idea
es distraerles con la táctica más vieja del mundo (y no me refiero a la patada
en los huevos) para matarlos por sorpresa. Total, que la cosa no cuaja y vemos
unas ostias entre las unas y los otros que hoy sería imposible de ver por lo
políticamente incorrecto que resulta ver a un hombre en la pantalla soltando
sillazos y rijostias como panes a una mujer. Joder, mirad simplemente la
secuencia en que uno de los Warriors le rompe una silla en la cabeza a una de
las tías asesinas... Si esto se hiciera hoy día en una peli tendríamos incluso
a las Femen en los cines, protestando contra Los amos de la noche por incitar a la violencia de
género.
Recapitulando,
si no habéis visto la peli, dadle una oportunidad. Veréis como las gastaban en
los años setenta y se podía hacer cine de calidad sin restricciones morales...
Eso sí, algunas gentes se emocionaron tanto con The Warriors que el mismo finde que se estrenó
se lió pardísima y hubo tres muertos en California y Boston, sin olvidar unos
cuantos episodios de vandalismo. Total, que se llegó a quitar la publicidad de
esta película tanto en tele como en radio y en unos 200 cines estadounidenses
se llegó a contratar personal de seguridad, de tal modo que la productora
Paramount decidió ofrecer su propia ayuda con los gastos de seguridad y de
reparación de los daños ocasionados en los disturbios. La crítica
especializada, como suele pasar en estos y otros muchos casos, se cebó con The Warriors y muchos quisieron ver una
terrible amenaza en ella porque aportaba ideas de revolución para las gentes de
más baja extracción social y bla ble bli... Que se jodan, la película de Walter
Hill es considerada hoy día una obra maestra y además muy por encima de lo que
se hace hoy día enJóyigú.
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