Título original: The Doors
Año: 1991
Duración:135 min.
País: Estados Unidos
Director: Oliver Stone
Guión: J. Randal Johnson & Oliver Stone
Música: Olivia Barash (Canciones: The Doors)
Reparto: Val Kilmer, Meg Ryan, Kevin Dillon, Kyle MacLachlan, Frank Whaley, Michael Madsen, Billy Idol, Kathleen Quinlan, Michael Wincott, Bruce McVittie, Dennis Burkley, Josh Evans, Costas Mandylor, Crispin Glover, Mimi Rogers, Sam Whipple, Josie Bissett, Kelly Hu.
Hoy, de nuevo, nuestro colaborador Kuroko nos trae una reseña. Para la ocasión, nos hablará de "The Doors". ¡No os la perdáis!
Agradecerle desde aquí que nos siga mandando reseñas, nosotras encantadas ;)
Oliver Stone nos acerca con este biopic a la meteórica vida del mítico Jim Morrison y su banda, The Doors. El ritmo del filme no decae en ningún momento, y aunque el espectador no sepa absolutamente nada del grupo (sí, os aseguro que hay gente que no ha escuchado nunca a The Doors) la historia está muy bien desarrollada, de tal modo que podemos conocer con claridad tanto los inicios de Morrison (Val Kilmer), Ray Manzarek (Kyle Machlachlan) y sus amigos en la escuela de cine, como los momentos más importantes de su trayectoria musical hasta llegar al prematuro final de su líder en París. Así, Stone nos hace partícipes de que The Doors empezó como una vía para difundir y dar a conocer la obra poética del grupo totalmente alejados del universo mainstream de la época (el turbulento tramo final de la década de los sesenta) y se da cuenta del vertiginoso ascenso de la banda, en gran parte gracias a la carismática personalidad y genio de Jim Morrison.
Otro de los aspectos destacables de la película reside en que la historia avanza no sólo a través de la vida “oficial” de The Doors en medio de escenarios, conciertos, grabaciones, ruedas de prensa y demás aspectos del mundo de la farándula y el artisteo. No, en realidad Oliver Stone hace mucho hincapié en explicar las difíciles relaciones de Jim Morrison (el verdadero protagonista de la película) con su novia Pamela (Meg Ryan), y por supuesto, no renuncia en mostrar que el alcoholismo y las drogas eran parte inseparable del polifacético artista. Sin embargo, y ayudado por la brutal banda sonora a cargo de The Doors, no tiene ningún problema en recurrir a las formas narrativas del estilo videoclip para potenciar la historia y los sentimientos de los personajes a través de la música.
Otro de los aspectos destacables de la película reside en que la historia avanza no sólo a través de la vida “oficial” de The Doors en medio de escenarios, conciertos, grabaciones, ruedas de prensa y demás aspectos del mundo de la farándula y el artisteo. No, en realidad Oliver Stone hace mucho hincapié en explicar las difíciles relaciones de Jim Morrison (el verdadero protagonista de la película) con su novia Pamela (Meg Ryan), y por supuesto, no renuncia en mostrar que el alcoholismo y las drogas eran parte inseparable del polifacético artista. Sin embargo, y ayudado por la brutal banda sonora a cargo de The Doors, no tiene ningún problema en recurrir a las formas narrativas del estilo videoclip para potenciar la historia y los sentimientos de los personajes a través de la música.
En este punto hay que decir que el director opta por alejarse del estilo más propio del documental y el realismo para dar una visión muy particular (y hasta paródica) del universo de Morrison. De la cosecha personal de Stone nos encontramos con escenas marcadamente gilipollescas como el fiestorro donde el protagonista coincide con personajes como Andy Warhol y Nico (con guarrerías españolas y alaridos de mucho gustico en el ascensor, faltaría más), el colocón que nuestros amigos se pillan en el desierto o la apoteósica cena a base de pato asado, sin olvidar las alusiones a los líos de cama que el cantante mantuvo durante su época de esplendor, momentos que son parte central en el desarrollo del personaje, perfectamente encarnado por Kilmer.
El mundo de lo onírico y las ensoñaciones también tienen cabida en la película. Un motivo recurrente que aparece en la historia es el indio navajo que representa el alma de Morrison: si os fijáis en el desarrollo del filme, veréis que aparece en momentos cruciales para la vida del cantante. De hecho, la imagen final del indio desapareciendo se puede interpretar de muchas formas distintas, aunque se da a entender que es el alma de un indio que murió en un incidente de tráfico y de algún modo ocupó el cuerpo de Jim Morrison (según él mismo), de tal forma que cuando Morrison muere, se puede decir que el indio ya ha cumplido su misión en el cuerpo del cantante y lo abandona.
También hay que señalar que Stone es particularmente indulgente con el personaje interpretado por Meg Ryan, ya que se sabe que en la vida real Pamela no era tan prudente como nos hacen suponer en la película. Lo que quiero decir es que le gustaba la dronja tanto o más que a Jim Morrison y todo parece indicar que murió de sobredosis. Mítica me parece la escena donde el grupo y sus amigos van a cenar el susodicho pato asado a la casa de Jim y Pamela: la chica se harta ya de las tonterías de su novio y con precipitación y alegoría le bombardea con un buen puñado de relleno para el pato asado, dejándole a Jim más trufado de mierda que el sobaco de un mono. Total, que unas mierdas llevan a otras y Morrison se niega a entregar la cuchara y rendirse, por lo que se venga profusamente apalizando a base de pisotones al pobre pato asado, que no tiene ni la más mínima posibilidad de defenderse ante la brutal acometida del mostrenco drogainómano. La cosa acaba tan mal que los invitados al convite hacen la emigración del pollopera y se marchan de la casa, mientras algunos de los presentes tratan de evitar que la feliz pareja Jim-Pamela se aliñen mutuamente a machetazo limpio y patadas destructoras. Los hermanos Farrelly estarían orgullosos de haber rodado esta escena, si hubiera sido el caso, pero ¡no! Las risas en este caso corren a cargo del gran Oliver Stone.
El mundo de lo onírico y las ensoñaciones también tienen cabida en la película. Un motivo recurrente que aparece en la historia es el indio navajo que representa el alma de Morrison: si os fijáis en el desarrollo del filme, veréis que aparece en momentos cruciales para la vida del cantante. De hecho, la imagen final del indio desapareciendo se puede interpretar de muchas formas distintas, aunque se da a entender que es el alma de un indio que murió en un incidente de tráfico y de algún modo ocupó el cuerpo de Jim Morrison (según él mismo), de tal forma que cuando Morrison muere, se puede decir que el indio ya ha cumplido su misión en el cuerpo del cantante y lo abandona.
También hay que señalar que Stone es particularmente indulgente con el personaje interpretado por Meg Ryan, ya que se sabe que en la vida real Pamela no era tan prudente como nos hacen suponer en la película. Lo que quiero decir es que le gustaba la dronja tanto o más que a Jim Morrison y todo parece indicar que murió de sobredosis. Mítica me parece la escena donde el grupo y sus amigos van a cenar el susodicho pato asado a la casa de Jim y Pamela: la chica se harta ya de las tonterías de su novio y con precipitación y alegoría le bombardea con un buen puñado de relleno para el pato asado, dejándole a Jim más trufado de mierda que el sobaco de un mono. Total, que unas mierdas llevan a otras y Morrison se niega a entregar la cuchara y rendirse, por lo que se venga profusamente apalizando a base de pisotones al pobre pato asado, que no tiene ni la más mínima posibilidad de defenderse ante la brutal acometida del mostrenco drogainómano. La cosa acaba tan mal que los invitados al convite hacen la emigración del pollopera y se marchan de la casa, mientras algunos de los presentes tratan de evitar que la feliz pareja Jim-Pamela se aliñen mutuamente a machetazo limpio y patadas destructoras. Los hermanos Farrelly estarían orgullosos de haber rodado esta escena, si hubiera sido el caso, pero ¡no! Las risas en este caso corren a cargo del gran Oliver Stone.
Los desnudos y las tórridas escenas de sexo son otro de los alicientes y motivos del filme, aunque están justificados debido a la espiral de éxito de Jim Morrison con sus fans y su supuesta promiscuidad. Por desgracia, la faceta creativa del líder de The Doors queda un tanto ensombrecida por el fantasma del alcoholismo y sus viajes siderales, como si la totalidad de su carrera como artista no hubiera tenido momentos de serenidad o lucidez. Sin embargo, y a pesar de los pequeños traspiés de Stone en esta personalísima cinta, he de finalizar recomendando la película, pues es muy disfrutable si dejamos un poco de lado el espíritu crítico y nos metemos de lleno en el punto de vista que nos da el director sobre el fenómeno The Doors.
A pesar de su larga duración, no se hace pesada en ningún momento y tiene momentos muy buenos, dignos de pasar a la posteridad (me remito a la explosión de Morrison cuando se da cuenta de que han vendido los derechos de una conocida canción del grupo para un anuncio de televisión, algo a lo que no estaba dispuesto el líder de la banda, aparentemente). Las actuaciones me han parecido todas muy acertadas, la banda sonora increíble (imposible de mejorar, sin duda) el casting muy bueno y en general no puedo dejar de recomendar la película si no la habéis visto.
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