Titulo Original: The Adventures of Ford Fairlane
Año: 1990
Duración: 104 min.
País: EE UU
Director: Renny Harlin
Guión: James Cappe, David Arnott, Daniel Waters (Personajes: Rex Weiner)
Música: Billy Idol & Yello
Reparto: Andrew Dice Clay, Wayne Newton, Priscilla Presley, Lauren Holly, Maddie Corman,Gilbert Gottfried, David Patrick Kelly, Robert Englund, Ed O'Neill
Andrew Dice Clay es Ford Fairlane, el detective más sexy (y más descarado de Los Ángeles). Tomar Sambucas sin parar con las estrellas del rock y alternar con tías buenas a todas horas es un duro trabajo... pero alguien tiene que hacerlo. Pero cuando la estrella del Heavy, Bobby Black, muere en mitad de una actuación, el trabajo de Ford da un peligroso giro. Quizás sea un paranoico, pero si te persiguiesen matones psicopatas y coches a toda pastilla... probablemente tú también serías paranoico.
En 1990, el director Renny Harlin llevó a la gran pantalla uno de los personajes más memorables del actor y humorista Andrew Dice Clay, el detective Ford Fairlane, un mastuerzo grosero, chulesco, malhablado, machista, hijoputesco y matasietes: un tipo que se dedica a investigar en la trastienda de lo que ocurre en las altas esferas de la escena musical de Beverly Hills. La trama de la película es absurda en sí misma y todo lo que pasa es un vehículo para el lucimiento del prota, un Andrew Dice en la cima y apogeo de su carrera como humorista. En Las Aventuras de Ford Fairlane, no esperéis encontrar un guión con giros increíbles o recursos dramáticos de quitarse el sombrero, aquí todo apunta a situaciones que se resuelven de pura coña y porque la historia tiene que avanzar como sea: nuestro amigo Ford se enfrentará a un psicópata asesino encarnado por Robert Englund (el Freddy Kruger original) y en el transcurso de su aventura pondrá patas arriba la ciudad de Los Angeles.
El filme podría haber pasado en España de puntillas, por todo lo que acabo de contar, de no haber sido por el fortuito detalle de que el doblaje de Ford Fairlane corrió a cargo de Pablo Carbonell, el célebre humorista y actor español que puso todo su ingencio en el doblaje y lo llenó de chascarrillo y chistes surreales que consiguieron hacer de esta peli un filme de culto. De esta forma, expresiones como “eres un menosmola”, “te voy a pegar con todo lo gordo” o bien la archiconocida “huevos fritos con jamón, te los comes cuando quieras pero folla siempre con condón” se hicieron un hueco en el lenguaje de toda la generación de gañanes surgida de los años 80. Como os digo, la película en sí es una chustarra de dimensiones titánicas pero te ríes con las espectaculares tontunas y detalles absurdos que detallan la trama. Ya desde la primera escena es fácil hacerse un bosquejo de la ida de olla perpetrada por Andrew Dice, aunque lo mejor está por llegar: referencias al humor negro (Ford Fairlane poniéndose palote al ver el escote del cadáv er que se halla el coche fúnebre en el que el detective huye), contínuos guiños a la cultura del rock and roll, persecuciones más falsas que el capullo de plasticurry que salía en Algo pasa con Mary, gusto por el macarrismo más exacerbado y hortera y un nulo sentido del ridículo que le va de lujo al engendro perpetrado por Renny Harlin.
El filme podría haber pasado en España de puntillas, por todo lo que acabo de contar, de no haber sido por el fortuito detalle de que el doblaje de Ford Fairlane corrió a cargo de Pablo Carbonell, el célebre humorista y actor español que puso todo su ingencio en el doblaje y lo llenó de chascarrillo y chistes surreales que consiguieron hacer de esta peli un filme de culto. De esta forma, expresiones como “eres un menosmola”, “te voy a pegar con todo lo gordo” o bien la archiconocida “huevos fritos con jamón, te los comes cuando quieras pero folla siempre con condón” se hicieron un hueco en el lenguaje de toda la generación de gañanes surgida de los años 80. Como os digo, la película en sí es una chustarra de dimensiones titánicas pero te ríes con las espectaculares tontunas y detalles absurdos que detallan la trama. Ya desde la primera escena es fácil hacerse un bosquejo de la ida de olla perpetrada por Andrew Dice, aunque lo mejor está por llegar: referencias al humor negro (Ford Fairlane poniéndose palote al ver el escote del cadáv er que se halla el coche fúnebre en el que el detective huye), contínuos guiños a la cultura del rock and roll, persecuciones más falsas que el capullo de plasticurry que salía en Algo pasa con Mary, gusto por el macarrismo más exacerbado y hortera y un nulo sentido del ridículo que le va de lujo al engendro perpetrado por Renny Harlin.
Entre las escenas memorables está el tremendo vacileo que se marca Ford Fairlane con el inspector de Policía, impresionante, sin palabras. “Tú eres un menosmola” “Pues tócame las bolas”; coñas como ésta y muchas más salpican el metraje con un humor fresco y no recomendado para todos los estómagos, porque el nivel de gilipollez alcanzado no tiene nada que envidiar al de auténticas mierdas como Cold as Ice (de la que también hablaré algún día). Entre los roles principales, poco hay que destacar, la secretaria de Ford Fairlane es interpretada por Lauren Holly, que cumple como compinche y responde a los cánones de la partenaire femenina del héroe (mujer dura, eficiente y capaz de aguantar todas las mongoladas de Fairlane).
De todas formas, esta película ha ido adquiriendo estatus de culto y merece una revisión de vez en cuando... Muy pocas comedias me han hecho reír tanto.
El caso es que se trata de una historia absurda que carece de interés, es cierto, con una trama que podría ser otra, también es cierto, y es que eso da igual porque aquí lo que cuenta es ese personaje mezcla de canalla, de antihéroe, aquello que de ser real sería odiado, un chulo que no se entiende que caiga bien a hombres y mujeres, un Torrente yanqui venido a más con un lenguaje imposible, un detective vulgar y absurdo, fanfarrón, un capullo de salidas inverosímiles repleto de frases de doctorado. Un tío que cae bien y hace reír, no se puede pedir más.
De todas formas, esta película ha ido adquiriendo estatus de culto y merece una revisión de vez en cuando... Muy pocas comedias me han hecho reír tanto.
El caso es que se trata de una historia absurda que carece de interés, es cierto, con una trama que podría ser otra, también es cierto, y es que eso da igual porque aquí lo que cuenta es ese personaje mezcla de canalla, de antihéroe, aquello que de ser real sería odiado, un chulo que no se entiende que caiga bien a hombres y mujeres, un Torrente yanqui venido a más con un lenguaje imposible, un detective vulgar y absurdo, fanfarrón, un capullo de salidas inverosímiles repleto de frases de doctorado. Un tío que cae bien y hace reír, no se puede pedir más.
Quizás el hecho de ser un film que no se toma para en serio a sí mismo es su principal baza, consiguiendo con una absurda y mal hecha trama, con frases pretendidamente memorables pero repetitivas hasta la saciedad, y con un personaje principal lleno de "tics" autoparódicos, un film de esos que al no tomárselo nadie en serio, se lo toman a broma, consiguiendo arrancar alguna que otra sonrisa del espectador y de paso consigue que pese a los innumerables defectos que posee, consigue sus 15 minutos de gloria en cualquier conversación entre amigos.
El punto negativo del largometraje radica en que lo limitado de la propuesta reduce las posibilidades de una película como ésta: en manos de otro director, tal vez ahora estaríamos hablando de una franquicia en toda regla, al estilo de Torrente o algo similar, con los consiguientes réditos para sus creadores. Pero resulta que Ford Fairlane fue el punto de no retorno para Andrew Dice Clay, a partir de esta peli su carrera fue cayendo en picado por la mala acogida que empezaba a tener su humor en la sociedad norteamericana. Al final, el invento se le fue de las manos y su retahíla de chistes homófobos y demás terminó con la paciencia de los peces gordos del show business de EEUU.
El punto negativo del largometraje radica en que lo limitado de la propuesta reduce las posibilidades de una película como ésta: en manos de otro director, tal vez ahora estaríamos hablando de una franquicia en toda regla, al estilo de Torrente o algo similar, con los consiguientes réditos para sus creadores. Pero resulta que Ford Fairlane fue el punto de no retorno para Andrew Dice Clay, a partir de esta peli su carrera fue cayendo en picado por la mala acogida que empezaba a tener su humor en la sociedad norteamericana. Al final, el invento se le fue de las manos y su retahíla de chistes homófobos y demás terminó con la paciencia de los peces gordos del show business de EEUU.
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